miércoles, 12 de noviembre de 2008

Realidad e Internet


Asistí a una muy interesante ‘ponencia’ (que de lo que entendemos regularmente por ‘ponencia’ no tuvo nada) de Eduardo Marisca en el simposio de estudiantes de filosofía de la pucp.

Lo primero a resaltar es el formato que se presentó. Me gusta pensarlo como que no fue simplemente una exposición sobre filosofía, sino que fue filosofía misma, hecha con instrumentos no sólo totalmente ‘validos’ sino que además muy ricos y muy productivos.

Lo segundo es el tema que se trató. Tema que no pienso ni resumir ni comentar directamente. Lo que me interesa es realizar algunas reflexiones en torno a cosas sueltas que me quedaron dando vueltas. Como bien dijo E. Marisca, su presentación no se dirigía a exponer una doctrina sino a proponer diversas cuestiones que nos inviten a discusión. Intentaré aceptar la invitación con total libertad.

Estamos en tiempo de medios masivos de comunicación. Medios que precisamente no se comportan como simples ‘medios’, sino que ya pasaron a ser parte fundamental del entendimiento que tenemos del mundo. El Internet es definitivamente un fenómeno que ha cambiado la realidad. Me explico. Hace algunos años recuerdo haber descubierto con fascinación la llegada a Lima de lugares en donde se ofrecía el alquiler, por cierto tiempo, de una computadora con acceso a algo llamado ‘Internet’. Recuerdo incluso haberme topado con un par de estos locales y haber elegido uno de ellos porque en su puerta de entrada decía algo así como: “Promoción: alquila 1 hora de Internet y te creamos tu correo electrónico gratis!” Yo por supuesto, ingenuo y emocionado, fui a aquel lugar pensando que iba a ser un lujo increíble tener mi propio ‘correo electrónico’, y encima gratis!

Yo viví la sorpresa del Internet, descubrí el mundo que se abría con él y me dejé asombrar. Sin embargo, hoy en día, el niño ya no vive el Internet como sorpresa, lo conoce desde el inicio, no se asombra con él al nivel en el que yo lo hice. Por que yo descubrí un mundo nuevo, un mundo que me avasalló y que me fascinó al instante por su riqueza de posibilidades. El niño de hoy no descubre un ‘nuevo’ mundo. El niño crece en tal mundo, le es totalmente familiar, y en tal sentido, concibe la realidad de un modo bastante diferente a como se la concibió antes de este fenómeno. A lo que apunto es a que el Internet no es un simple instrumento como algunos piensan (o como ciertamente lo puede ser para cierta gente), sino que el Internet se ha convertido en toda una forma de enfrentarse al mundo, de concebirlo, de armar los esquemas conceptuales, mentales, lógicos o como quieran llamarlos, a partir de los que vivo mi existencia. Así es, la propia existencia se ha transformado, ha comenzado a abrirse a nuevas posibilidades. El Internet conforma una nueva dimensión de nuestra forma de vida, a partir de donde se genera un profundo y complejo ‘juego de lenguaje’ que resulta tan rico como otros. El nivel ontológico de tal lenguaje, el nivel vivencial, expresivo, e incluso el nivel racional, toda dimensión de la existencia se ha abierto a una nueva posibilidad.

Este nuevo lenguaje nos abre a nuevas cuestiones que ni siquiera imaginamos, ni siquiera nos planteamos con el antiguo lenguaje. No es que con el nuevo lenguaje estemos enfrentando las mismas cosas que enfrentábamos antes pero a través de un medio distinto, es mas bien que se abre el nuevo lenguaje, nos sorprende, y nos plantea nuevos problemas, nuevas opciones, nuevos criterios. Como dice Rorty, este “nuevo vocabulario hace posible, por primera vez, la formulación de los propósitos mismos de ese vocabulario.” Las nuevas cuestiones se plantean en los términos de este nuevo lenguaje, por lo que no son cuestiones con las que podamos lidiar con comodidad mientras no estemos inmersos totalmente en tal lenguaje, actuando en él con naturalidad. De ese modo, nos planteamos los problemas que nos da el lenguaje en los términos del propio lenguaje.

Esto no sólo sirve para entender cómo es que se está dando el fenómeno de lo multimedia y del Internet, sino que resulta fundamental que a partir de tal entendimiento nos planteemos la importancia de estar en una era en la que se abre un nuevo mundo, literalmente. No es simple cuestión de plantear la ‘novedad’ que estamos experimentando. Es cuestión de hacernos concientes de la situación en la que estamos existiendo del modo más concreto. Es cuestión de aplicar el ‘conócete a ti mismo’ socrático a partir de estos nuevos términos. Hay toda una carga ética en estas reflexiones sobre la nueva era con la que ya dejamos de enfrentarnos hace rato, para ya estar mas bien viviendo totalmente inmersos en ella. Somos tal era, y creo que entenderla con seriedad como una forma de concebir el mundo que nunca antes se nos presentó resulta importante por motivos de simple coherencia de la humanidad.

2 comentarios:

Eduardo dijo...

Chévere, me alegro que te haya gustado la ponencia. Es gratificante ver que de a poquitos hacer algo así pueda considerarse como algo "válido" desde dentro de la filosofía - personalmente lo veo como un experimento necesario (cf. tu propia "filosofía-diversión-felicidad"), pero reconozco que, hasta ahora, ésta no ha sido la norma.

Dos ideas sueltas que dejo, para seguirlas conversando:

1. "viviendo totalmente inmersos en ella". Estamos frente a un conjunto de problemas que no podemos sino explorarlos desde dentro - estamos hablando, finalmente, de volverse competentes en el uso de una serie de nuevos lenguajes. Eso implica, entre otras cosas, que debemos reconocer que ciertas distancias exploratorias quizás se vuelvan inalcanzables. Tengo siempre presente el problema de la caja de resonancia: cuando uno se sumerge tanto así de esta manera, se vuelve más difícil tomar distancia crítica sobre lo que se está haciendo.

2. Sócrates. Me sigo topando con Sócrates por todas partes, como figura hacia la que de una u otra manera las cosas confluyen. Pero no tanto así el Sócrates de las definiciones (léase el Sócrates de Platón), sino otro, uno mucho más irónico diría el buen Kierkegaard, uno, también, mucho más sofista. Creo que Sócrates aún tiene mucho más por jugar en todo esto.

En fin, seguiremos conversando.

R.M.O. dijo...

Gracias por el comentario Eduardo. Con respecto al primer punto que tocas: es cierto, toda reflexión la hacemos siempre desde adentro, y esto no por capricho o decisión totalmente voluntaria, sino porque para reflexionar sobre cierto lenguaje es necesario entender al lenguaje, y entender al lenguaje es jugar el lenguaje, y jugar el lenguaje no es precisamente algo que decidamos bajo la total vigilancia de nuestra racionalidad. En realidad, incluso si nos propusiéramos jugar un nuevo lenguaje, para proponérnoslo realmente ya tendría que haber cierto entendimiento del lenguaje, por lo que la propuesta ya se da, de algún modo, desde adentro. Creo que todo esto no tendría porqué darnos la impresión de estar limitados o de carecer de una visión realmente crítica de la situación, al contrario, habría que partir de tal condición para entrar en conciencia de cómo estamos sumergidos en un lenguaje y cuáles son nuestras posibilidades de exploración. Por supuesto, no quiero dar la impresión de que estamos determinados por el lenguaje que jugamos, eso sería separar otra vez al sujeto del lenguaje. Valdría mejor entender que no nos movemos de acuerdo al lenguaje ni que el lenguaje se mueve de acuerdo a nosotros, sino que nosotros somos tal lenguaje moviéndose, y bajo tales condiciones es que decidimos entre las opciones que nos dan las circunstancias. Pensar que esto es limitarnos es igual a pensar que hay cierto alcance a alguna objetividad de opciones ajena a perspectivas. Ahora, recuerdo que un punto central en tu ponencia fue la opción de la creación de nuevos lenguajes que reformulen nuestro entendimiento del mundo (o algo así), nuevos lenguajes que simplemente ‘se salgan con la suya’ creativa y contingentemente. Esto equivale a la noción de que no estamos encarcelados en un lenguaje, sino que al ser nosotros el lenguaje, tenemos la opción de reformularnos a nosotros mismos teniendo en cuenta la responsabilidad que conlleva ser sujetos que le dan sentido al mundo (influencia husserliana causada por los exámenes finales) y que se sugieren a sí mismos nuevas formas de ver la realidad. Creo que la cuestión no es -como varios dicen- ‘contentarse con’ o ‘aceptar’ nuestras limitaciones, esto trae consigo la idea de que no debe haber un deseo por ‘romper’ los límites. Y ciertamente no se trata de romper los límites, pero tampoco se trata de simplemente ‘aceptar’ las limitaciones, eso siempre me ha sonado demasiado conformista, demasiado chato. La cuestión creo que es ver cómo la riqueza está dentro de los límites, por lo que pretender salir de ellos es en realidad alejarse de la variedad y la sorpresa constante del cambio. Creo que esto se complementa muy bien con la idea de que no tenemos que ‘romper’ los límites, sino que tenemos que ‘expandirlos’, con lo que nos expandimos a nosotros mismos.

Bueno, lo dejo ahí. Con respecto al segundo punto: Sócrates (incluso el de las definiciones) es un personaje que a mí me conmueve sobre todo por su actitud en la filosofía y en la vida (cosas que no se separan en él). Creo que regresar siempre a él no me resulta tanto cuestión de asuntos ‘académicos’ sino cuestión de identificarse con un espíritu hacia las cosas.