
Es cierto que para el final de la película, cuando las conversaciones comienzan a girar en torno al amor (¿‘amor’?, ¿quién es el ganso que está escribiendo esto?), estamos a un pasito de caer en cursilerías y hasta en una que otra fresada; sin embargo es un aspecto necesario en la relación, no estaríamos hablando de dos jóvenes humanos si es que tal momento no hubiera llegado. Y como dije, estamos a un pasito de hacerlo, pero no caemos nunca.

Suele ser una regla general que alrededor de los 20 minutos todas las películas den un giro, tengan un vuelco en la historia. Eso no pasa acá, desde que se conocen hablan y hablan de temas arbitrarios, y nunca paran. No hay un punto de quiebre fijo porque la relación que se quiere mostrar no necesita ningún punto de quiebre, esta navega tranquilamente sin necesidad de hacer algún giro brusco. Esta es una relación única, no es la relación mil y un veces vista en las denominadas ‘comedias-románticas’. Por el contrario en ‘Antes del amanecer’ no hay llantos, ni besuqueos asquerosos, ni caídas torpes en la boda, ni suegros molestosos. Sólo están los dos, el diálogo y una Viena que también vive la relación. Y eso basta y sobra.
La película tiene una de las escenas de amor (esta sí de auténtico ‘amor’) más hermosas que haya visto en mi vida: cuando ingresan a la cabina a escuchar una canción de Kath Bloom. La cámara queda por debajo de ellos, flotando, casi escondida, captando los rostros de la pareja. La gran intensidad de la escena vive (sería más exacto decir: existe o manifiesta su ser) en las miradas que se dan; miradas tímidas que van y vienen en constante disimulo; genial.
Pero este post no es más que un trampolín para el post que corresponderá a la continuación de esta película: ‘Antes del atardecer’. Esa sí que es una película fantástica. En ella, los jóvenes que conocimos ya tienen 9 años más encima. Y eso pesa
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