viernes, 16 de enero de 2009

Sobre la actitud religiosa


No soy religioso. Y creo que cualquier crítica que pueda hacer a la religión no tiene mucho de novedosa, sigue la línea de las críticas marxianas y nietzscheanas. No es una crítica metafísica, es una crítica mucho más pragmática, que no tiene que ver con la creencia en la existencia o no existencia de dios, sino con las consecuencias prácticas que trae consigo esa creencia. Por ello me es muy difícil etiquetarme como ‘ateo’ o como ‘agnóstico’, creo que ambos rótulos no hacen más que limitar la perspectiva que pueda tener sobre el asunto.

Resumo el problema del siguiente modo: el creyente típico cae en una lamentable dependencia en la que se quita de encima la responsabilidad de gran parte de sus actos y de su naturaleza ‘dadora de valores’ (maldito Husserl) para entregársela a una trascendencia que pone por encima de él. La consecuencia práctica de la creencia religiosa típica es la de la humillación frente a lo ‘absoluto’, a lo que dicta el pasado, el presente y el futuro, quedando el sujeto desprovisto de su libertad natural para decidir sobre su vida y para hacerla feliz. El creyente típico no vive su vida como absolutamente propia, no se hace consiente por lo tanto, del auténtico milagro que es la vida, y no se postula siquiera la posibilidad de una felicidad plena. Toda felicidad, todo suceso complaciente de la vida, es disminuido en la creencia de que uno no es total responsable de él (lo vemos todos los días y a toda hora; gente agradeciendo a ‘dios’ por esfuerzos propios que se apreciarían mucho más si no se entregara la responsabilidad a una trascendencia de la que se depende). El creyente típico practica, como parte fundamental y natural de su vida, la humillación frente a eso que es superior y que domina, juzga y exige. Se deja de mirar hacia adentro para abandonar en manos de algo exterior lo propio, lo interno. La consecuencia práctica de la creencia religiosa típica es la de la autolimitación como ser humano (autoenajenamiento se podría haber dicho con Marx), hay una venda en los ojos que no permite verse para adentro y que por el contrario le provee demasiada importancia a lo externo. Hay dependencia, esclavitud frente a lo que es ajeno, que no debería dominarnos, debería nutrirnos.

Entonces, creo que la crítica no apunta la creencia religiosa en general, sino a este tipo de creencia cristiana de la que estoy rodeado, en la que se sobredimensiona la palabra ‘dios’ de modo que deja de ser algo que nutre y enriquece la vida (toda creencia puede hacerlo), para pasar a ser algo que acobarda y humilla. Creo que la experiencia religiosa puede ser entendida de un modo mucho más enriquecedor, de modo que no se vaya en busca de algo externo que nos sostenga, sino que se encuentre en uno mismo aquello que permita sostenerse independiente y libremente. Es decir, una religión como pasión en lo profundo, no como entrega a algo externo. Una religión en la que el término ‘dios’ se haga paralelo a los términos ‘pasión’, ‘felicidad’, ‘existencia’. Una experiencia de dios en la que no se dependa de él, sino que se lo tome como algo que permita a uno mismo extenderse en una vida propia y extraordinaria, y de la que uno se sabe responsable. ‘Dios’ no como limitación trascendente, sino como liberación inmanente.

Un buen ejemplo del creyente que no se limita a la convención práctica que supone pertenecer a una religión es Wittgenstein, quien en el siguiente aforismo (161 de Cultura y Valor) se refiere a uno de los problemas claves en esta noción típica de la creencia religiosa cristiana: la iglesia, sin que con ello se haga a un lado la sincera experiencia religiosa de dios. (el feeling tormentoso de las palabras le da, sin dudas, un aire especialísimo a la religiosidad que intuimos en Wittgenstein):

“La fuente que fluye mansa y transparente en los Evangelios, parece encresparse en las Epístolas de Pablo. O cuando menos a mí me lo parece. Quizás sea sólo mi propia impureza la que ve aquí turbiedades; pues ¿por qué no habría de turbar esta impureza lo claro? Pero, a me parece ver aquí pasiones humanas, como orgullo o ira, lo que no concuerda con la humildad de los Evangelios. Como si aquí se subrayara la propia persona y se hiciera como acto religioso, lo que es ajeno al Evangelio. Quisiera preguntar -y ojalá no sea una blasfemia-: “¿Qué habría dicho Cristo a Pablo?” Pero se podría responder con justicia: “¿Qué te importa? ¡Ocúpate de ser mejor! Tal como eres, ni siquiera puedes entender lo que aquí pueda ser la verdad.” Me parece que en los Evangelios todo es más sencillo, más humilde, más simple. Allí hay chozas; en Pablo, una iglesia. Allí todos los hombres son iguales y Dios mismo un hombre; en Pablo hay ya una cierta jerarquía: dignidades y cargos. -Así me lo dice casi mi OLFATO.”

Terminamos con una de las tantísimas y tantísimas y tantísimas muestras de Larry David burlándose de la religión. Si más lo tomaran con este sentido del humor... :

1 comentario:

Schizoidman dijo...

yo tampoco soy religioso. creo en un ser supremo, pero mi vida no es por y para tal, simplemente hay cosas q no puedo ni podré explicar y mi ingorancia me da la posibilidad de creer en alguien que sí lo sabe. La iglesia es una creación y un desarrollo por el hombre. Si Dios dejó su evangelio y su palabra, la religión deberá basarse en eso. el cristianismo ha quedado en manos de los hombres. yo concuerdo con Gandhi al decir que no es católico por que vé a los católicos hacer cada estupidez (obviamente no son sus palabras exactas). Y eso se ve en el día a día, gente que predica una religión posee un estilo de vida totalmente contrario. exepciones?, no lo creo. el concepto a variado y eso se ha tergiversado en algo equívoco. en concepciones erróneas. el porqué? porque es fruto humano.