sábado, 11 de julio de 2009

R.Dawkins y el asombro en la ciencia


Ando leyendo a Richard Dawkins sobre cómo se concibe el asombro en la ciencia y en el arte. Dawkins es uno de mis pensadores contemporáneos favoritos, no sólo por sus ideas filosófico-científicas, sino sobretodo por su novedosa forma de hablar de ciencia, usando siempre metáforas y ejemplos prácticos, apelando a la imaginación del lector. (Bueno, tampoco es tan novedoso, de algún modo ya lo hacían autores como Hawking, Carl Sagan e incluso Isaac Asimov.) Esta actitud lleva a Dawkins a abogar por una comprensión de la ciencia que no se limite a lo racional, considerado siempre como frío, estático y aburrido, sino que se comience a pensar a la ciencia como un lugar del cuál también -igual que en el arte- se puede obtener asombro -y esto implica, aunque no es dicho explícitamente por Dawkins, que también se pueda obtener felicidad, al contrario de lo que autores como Wittgenstein pensarían.

Dawkins invita a pensar en una “ciencia poética” que no simplemente sea un modo de obtener resultados calificables como útiles o no útiles, sino que vaya más allá y sea conciente que nace de la misma fuente de la que nace el arte, es decir, el asombro por el mundo, la pregunta básica del sentido de la existencia. Y ojo, que acá “ciencia poética” no significa ciencia hecha en versos o con dibujitos, significa simplemente la conciencia explícita de que del juego de lenguaje de la ciencia -con todo lo que él implica: el intento de explicación, de demostración, de aclaración de los puntos problemáticos de la realidad- no se extrae fría racionalidad, sino viva pasión.

Para mostrar la errónea actitud hacia la ciencia, que la acusa de matar lo asombroso con sus examinadoras racionalidades, Dawkins recuerda a poetas románticos como Keats, que acusaron a Newton de haber destruido la magia del arcoiris cuando lo descompuso en colores prismáticos. La actitud de Keats, que a mí me suena recontra wittgensteniana, es inadecuada porque se ciega en uno de los polos -el estético-, tanto como estuvo cegada la tradición ilustrada, encerrada en el otro de los polos -el intelectualista. Es en la oposición entre estos dos movimientos, la Ilustración y el Romanticismo, que se fundan las nociones opuestas que tenemos hasta el día de hoy de la ciencia y el arte. En donde, mientras una intenta examinar con sus dedos cómo está hecha y porqué está hecho así el mundo, la otra se queda admirada, estática en su rebosante espiritualidad, contemplando en sueños inexplicables e intocables una belleza de la que ciertamente no participa, sino de la que simplemente se deja bañar en emociones, creyendo dejar totalmente de lado cualquier dimensión que abarque lo intelectual. Las armas con las que el Romanticismo rechaza a la Ilustración son totalmente las opuestas a las que usa la Ilustración. El Romanticismo se apoya, por lo tanto, en el extremo opuesto, en la radicalidad de enfrente. Es simplemente una lucha de radicalidades (que peruano suena eso no?).

Algunos dicen que es necesario, para enfrentar una radicalidad presente, apelar al otro extremo, en donde se encontrarán las únicas armas posibles a partir de las que se podrá vencer. Talvez esto sea cierto, pero más que necesario, yo diría que es inevitable que se vaya al otro extremo (el racionalismo tuvo a su Nietzsche, Seinfeld tuyo a su Bizarro Jerry, el Tractatus tuvo a sus Investigaciones Filosóficas, el progresivo tuvo a su punk, el Michael Jackson negro tuvo a su Michael Jackson blanco). Lo que tendría que ocurrir después del encuentro de radicalidades, es el tomar conciencia de los extremos y aprender a comprender el valor que se pueda obtener en cada uno de los polos, y dicho sea de paso -no tan de paso, esto es recontra importante-, tomar conciencia de que no existen tales cosas como los radicales extremos desinteresados totalmente de su opuesto. En todo acercamiento puramente racional que se quiera hacer a algún fenómeno ya está comprendido el aspecto emocional del individuo, y lo mismo sucede del otro lado, lo racional y lo emocional (o lo espiritual) siempre están en compleja interacción, ya el viejo Platón lo sabía en el Filebo cuando habla de la mezcla, y ya lo había apuntado con vertiginosa pasión Herder cuando rechaza la noción de la unidad en el ser humano.

Aquí de lo que se trata es de saber comprender, apreciar y aprovechar la riqueza de posibilidades que se presentan en cada uno de los aspectos a partir de los que podemos acercarnos a la realidad (digamos, al mundo, a nosotros mismos, a los demás, etc.). Con respecto a la ciencia y al arte, esto significaría no simplemente saber ver en el arte una nueva sabiduría, sino también saber ver en la ciencia una nueva forma de asombro, de espiritualidad. Esto es lo que se le pasa a Wittgenstein y a las tendencias post modernas, y lo que -con más de una objeción aun por apuntar- rescato del programa de Dawkins.

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