miércoles, 10 de junio de 2009

Sobre la selva, el gobierno y la muerte

Lamentablemente, no tengo claras las palabras. ¿Qué se espera del dedicado a la filosofía?, ¿reflexiones agudas?, ¿aseveraciones morales?, ¿análisis profundos? Sí claro, todo eso. Pero me quedo en blanco. Sentado cómodamente, desayunando un café con leche; con la felicidad de mi pequeña sobrina al lado, que apenas y puede decir ‘chau’, ‘tío’, y algunas palabras más. Veo en la tv al parlamento que dice que me representa haciendo payasada tras payasada. Y lejos, allá en la selva, allá por donde tendrán que llegar en unos días mi hermana y mi sobrina, en busca del hombre y el padre para darse el abrazo que las tres esperan, semana tras semana, por allá, lejos decía, la gente viviendo en medio de la tristeza y la incomprensión. Pero qué sé yo de eso. Qué sé yo desde aquí con el caliente café con leche que demoré tres minutos en preparar. Trato de ordenarme, de hacer mérito a la claridad de ideas que se supone debería tener ahora más que nunca. Y no. Qué reflexión me vale.

“No pienses, mira!” Ok. No pienso. Tristeza. Impotencia. Sentimientos demasiado profundos que ciertamente no valen nada, que no servirán de nada, que no solucionarán nada. A penas me enteré de la marcha de protesta que habrá en Lima decidí no ir. No encuentro la suficiente motivación como para ir a quejarme del gobierno, o de cualquier cosa. El gobierno. Me repito una y otra vez que la situación es demasiado compleja como para diferenciar entre el bando bueno y el malo, entre el cordero y el lobo feroz. No siento ni los ánimos ni la autoridad moral como para culpar a uno o a otro. “Genocidio” leo en 300 grupos del Facebook; tan fácil es sacar palabras excitantes de la boca cuando surgen estas situaciones. Me tiento entonces yo también a escupir una palabra más, una más gentil, más simple, más básica, más sincera. Diálogo. Se rompió, dicen algunos. Cuándo nació, pregunto yo. Inexistente. Cómo pretendemos vivir sin algo tan básico, tan sencillo, tan delicioso como el diálogo. Qué nos ha llevado a esto. (Lo siento W., creo comencé a pensar) Creo saberlo, creo que sí. Un gobierno preocupado por el bienestar material del país forma ciudadanos exigentes de bienestar material para sí. El bienestar del diálogo no es material, es ante todo espiritual, emocional. Otra vez recuerdo: Alan haciendo alarde de la razón humana, magnífica e incomparable razón humana que no nos permitirá derrumbarnos ante la crisis que tenemos encima. Razón humana. Crisis. Esta es la ignorancia más peligrosa, la que se cree la verdad, la que se cree infalible. Detengan a la razón humana. Razones humanas en busca de beneficios materiales prácticos y nada más que prácticos son las que se han enfrentado y nos han sumergido en esta sensación inútil de tristeza. Un poco de espíritu, un poco de irracionalidad. Y que se abra el diálogo. El diálogo que requiere comprensión, interiorización. …Qué más da. Sigue la tristeza. No marcharé, no protestaré, no opinaré; no pienso, miro. Miro y sí, de pronto siento que sí hace falta condenar. No sé a quién, no sé exactamente por qué. Pero sí hay cosas que hacen falta ser enfrentadas y condenadas. Otra vez me viene a la mente (más bien, me viene al espíritu) la maldita palabra que tanto hace falta. Diálogo. En toda la dimensión ontológica de la palabra. DIÁLOGO carajo. No para llegar a la verdad, ni al acuerdo absoluto. Sino para comprendernos, para acercarnos a la diferencia del otro y enriquecernos con ella, para poder mirar al diferente y poder encontrarnos en sus ojos, para identificarnos con lo ajeno, con la novedad que nos nutre. Pero no. Se tomó las armas, la fuerza, la prepotencia, la razón para “restaurar el orden”; y a punta de razones, de frías y patéticas razones se ha venido hundiendo al espíritu del Perú. La tristeza se convierte en hartazgo, estoy harto. Harto de entender cómo funciona esta máquina destructiva, y no poder COMPRENDER qué clase de ceguera la motiva a funcionar así. Ya no. Motivos para estar solo, para encerrarme en mí mismo, para hacer crecer mi felicidad para adentro, bien para adentro. Impotencia o egoísmo?

No hay comentarios: